miércoles, 14 de noviembre de 2012

Optimismo : Entrañas de liderazgo




una de las maravillosas cualidades que distinguen al ser humano de otras especies, es el optimismo. Más allá, de la clásica y tradicional frase de aliento << hay que ser optimista >> procurare no desalinearme de mis intenciones y exponer racionalmente las posturas de lo que considero publicable.

 Acudiendo a la entrevista, a Tali Sharot, nos llegamos a acercar un poco más a la realidad distorsionada, llamada Optimismo.

Pero, ¿Qué es el optimismo en sí?  . Llegando  a una definición sencilla, se puede hacer un paralelismo con las famosas  ilusiones ópticas. Es decir, es una modalidad de la realidad, no certera,  que construimos de tal modo, que resulta de ella, un escenario más favorable a la hora de depositar allí, nuestras expectativas. Vemos algo no real, pero que nos gustaría que fuera así.

Creer, y sentir como cierta, una realidad más favorable, reduce notoriamente nuestros niveles de estrés, de tención, y abordamos la situación con mayor calma. Prolonga  los años de vida y mejora nuestra salud. Está demostrado: los optimistas viven más.

Seguidamente se expone el concepto de “sesgo optimista”, el cual  nos ayuda a protegernos del exceso de confianza. Como sabemos, nuestro cerebro está creado para detectar imperfecciones, y nos sirve para sobrevivir. Esto quiere decir, que funciona principalmente para recordarnos que el mundo exterior  es un lugar peligroso y arriesgado. Haciendo un balance entre nuestro optimismo y la prevención neuronal que emite nuestro sistema nervioso y desicional  ( no hagas esto, ten cuidado de esto otro, no te arriesgues, no le digas que te gusta ) debemos identificar cual es nuestro sesgo optimista

Es decir, conocer la sobre ponderación de lo que pensamos que somos capaces de realizar. Así como el Gobierno Británico, presupuesto la cantidad de dinero de las olimpiadas en este último año 2012, en función de su sesgo optimista. No fue realista, si no que aporto un fondo mayor, previniéndose de lo optimistas que podrían llegar a ser. Y acertó.  Llegados a ese equilibrio, conociendo cual es nuestro sesgo optimista , podemos empezar a establecer metas y objetivos  dentro de unos parámetros que nos permitan ajustarnos a la realidad, pero creer que aquello es completamente posible y que seremos capaces de realizarlo.

Sin el optimismo, simplemente nos quedaríamos refugiados debajo de nuestras sábanas. No saldríamos a explorar el mundo exterior ni arriesgar nuestra integridad, a favor de la preservación y la supervivencia.
Pero  sin el optimismo, tampoco, hubiésemos creído que seríamos capaces de llegar a la luna, de  crear máquinas que puedan volar,  evitar las distancias, curar enfermedades. Imaginar o enamorarse.



Malrc